Paseando hace unos
días por la plaza de la Gavidia, (para los que no conocen mi ciudad
diré que es uno de los sitios del centro de Sevilla con más solera)
fijé mi atención en los jardines, en ellos había unas plantas
exuberantes, de un verde oscuro intenso y brillante; en principio no
las reconocí pero fijándome y viendo la belleza de sus hojas las
relacioné enseguida con el acanto, es inconfundible y aquí está
muy presente tanto en la orfebrería, tallados de canastillas y
bordados de nuestras imágenes de Semana Santa.
Pero la relación
entre esta planta de origen africano con la jardinería y la
escultura se remonta muy atrás en el tiempo, en un principio se la
utilizaba en su estado natural para adornar patios y jardines y
después pasó a ser el motivo por excelencia de los adornos
vegetales en la arquitectura.
Según la historia
Kalímacos, escultor griego fué el primero que las utilizó en los
capiteles de las columnas dando así origen al estilo corintio; el
nombre se debe a una leyenda que dice así:
En
la ciudad de Corinto había una joven doncella muy hermosa pero con
la mala fortuna que cayó enferma y, no pudiendo hacer nada por ella
los médicos falleció. Su nodriza, que la había criado y la quería
profundamente, colocó en un cesto los objetos más queridos por ella
en vida, los depositó sobre su tumba y para evitar que las
inclemencias del tiempo o los animales los estropearan los tapó con
un ladrillo.
Y
sucedió que en la tierra, bajo el canasto germinó una semilla de
acanto. Con el tiempo fué creciendo y al topar las hojas con el
ladrillo estas empezaron a curvarse. Un día pasó por allí
Kalímacos, conocido por su destreza para tallar el mármol, el
hombre andaba buscando inspiración para unas columnas que debía
hacer y viendo la hermosura de las hojas decidió incorporarlas en
los capiteles. Este nuevo diseño gustó tanto que fué imitado
rápidamente y así de esta forma pasó a ser conocido como “
capitel corintio”.
Imágenes tomadas de Internet
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