Quiero empezar con un árbol emblema de nuestra tierra, el olivo, tan querido por todos y que ha sido durante siglos espectador y parte de nuestra historia.
Su nombre científico es olea europaea y pertenece a la familia de las oleáceas. El olivo, tal y como lo conocemos procede de una forma silvestre llamada acebuche, de ramas espinosas y que no se desarrolla como árbol. Del olivo se utilizan las hojas y los frutos llamados olivas o aceitunas. Puede alcanzar hasta 15 metros de altura, de copa ancha y tronco grueso.
Las hojas se emplean en forma de cocimiento como febrífugo, contra la arterioesclerosis e hipertensión. Además son astringentes, antisépticas y diuréticas pues aumenta la producción de orina.
El zumo de sus frutos (el aceite de oliva), tiene diversas aplicaciones caseras, el más importante es que es un buen laxante, tomándose en ayunas unas cucharadas de aceite virgen. También es bueno para facilitar el vaciamiento de la vesícula.
Asimismo se utiliza para la piel, suavizándola y proporcionándole más humedad. Para las pieles secas se hace un bálsamo llamado del samaritano: se mezclan a partes iguales aceite de oliva, vino blanco y clara de huevo; se mezcla todo y se aplica sobre la piel.
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