Creo
que desde que comencé este blog no había escrito nada sobre las
plantas acuáticas así que ya es hora de hacerlo, y he pensado que
como inicio, esta planta, Victoria amazónica, es una buena muestra.
En un principio cuando se la descubrió en Bolivia allá por 1.801
por Tadeo Javier Peregrino Haenke se la llamó Victoria regia en
honor a la reina Victoria de Inglaterra, más tarde se le cambió el
nombre para dar relevancia a la zona de donde procedía. Hasta ahora
no se conoce una planta acuática de mayor tamaño.
También
se la llama hoja de sol, ninfa real, plato de agua, loto gigante, y
en guaraní Irupé; es originaria de América del Sur y su familia
ninfáceas. Sus hojas, enormes , pueden medir hasta 2 mts de diámetro
y soportar 20 kgrs de peso.
Florece
en verano, emergiendo del agua una solitaria y hermosa flor que, en
las cálidas noches llena el aire de su delicada fragancia; sólo
dura dos días, cuando florece es de un blanco intenso pasando
después al rosa o rojo.
He
intentado conocer si tiene propiedades médicas, por algo ése es el
tema principal del blog, saber cómo podemos beneficiarnos , para
nuestra salud, de ellas; ha sido inútil, sólo parece que se la
considera con poderes esotéricos, se la relaciona con lo misterioso,
así que como esto no es lo mío pues lo obviamos.
Lo que
sí he encontrado son varias leyendas y ya sabéis que eso es algo
que me supera, así que entre todas las que he leído, ( la verdad
es que casi todas se parecen) nos vamos a quedar con esta, es tan
hermosa que la transcribo tal cual, espero que os agrade:
Cuentan
los nativos de la tribu amazónica Tupí-Guaraní que cuando la luna
desaparece del cielo al nacer el día, y parece perderse entre los
montes, va en realidad a descansar junto a las muchachas que ha
elegido como amigas. Y que de tanto en tanto, transforma en estrellas
a las que le son más queridas. Cuentan también que hace muchos,
muchísimos años la princesa Naiá, la bella hija del jefe de
la tribu, conoció la historia e, impresionada, quiso convertirse
ella también en estrella.
Por eso
cada noche, cuando todos dormían, Naiá se levantaba sigilosa y
salía a vagar por las colinas con la esperanza de que la luna la
viese y la eligiese como amiga. Pero la luna nunca venía a buscarla,
ni parecía conmoverse por el llanto de la muchacha, que cada mañana
regresaba a su aldea sumida en una tristeza más y más profunda. Una
noche, Naiá llegó a la orilla de un lago y descubrió a la luna
brillando nítida y redonda sobre las aguas.
Llena
de felicidad, creyendo que por fin había bajado a buscarla, la
princesa se internó profundamente en las aguas del lago, donde murió
ahogada. La luna, conmovida por la fuerza del sueño de la muchacha,
quiso entonces cumplir su deseo y transformarla en una estrella. Pero
en una estrella diferente y especial, más cercana que las distantes
estrellas del cielo, para que todos recordasen a Naiá para siempre.
Y así
fue como de las aguas del lago surgió la victoria regia, la estrella
de las aguas, esa bellísima planta acuática que deslumbra a todo
aquel que visite la selva amazónica. Una planta cuyas flores blancas
y perfumadas se abren de noche, para saludar a la luna, y se vuelven
rosadas con la salida del sol.