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viernes, 26 de julio de 2013

Victoria amazónica







 Creo que desde que comencé este blog no había escrito nada sobre las plantas acuáticas así que ya es hora de hacerlo, y he pensado que como inicio, esta planta, Victoria amazónica, es una buena muestra. En un principio cuando se la descubrió en Bolivia allá por 1.801 por Tadeo Javier Peregrino Haenke se la llamó Victoria regia en honor a la reina Victoria de Inglaterra, más tarde se le cambió el nombre para dar relevancia a la zona de donde procedía. Hasta ahora no se conoce una planta acuática de mayor tamaño.
 






También se la llama hoja de sol, ninfa real, plato de agua, loto gigante, y en guaraní Irupé; es originaria de América del Sur y su familia ninfáceas. Sus hojas, enormes , pueden medir hasta 2 mts de diámetro y soportar 20 kgrs de peso.

Florece en verano, emergiendo del agua una solitaria y hermosa flor que, en las cálidas noches llena el aire de su delicada fragancia; sólo dura dos días, cuando florece es de un blanco intenso pasando después al rosa o rojo.

 





He intentado conocer si tiene propiedades médicas, por algo ése es el tema principal del blog, saber cómo podemos beneficiarnos , para nuestra salud, de ellas; ha sido inútil, sólo parece que se la considera con poderes esotéricos, se la relaciona con lo misterioso, así que como esto no es lo mío pues lo obviamos.

Lo que sí he encontrado son varias leyendas y ya sabéis que eso es algo que me supera, así que entre todas las que he leído, ( la verdad es que casi todas se parecen) nos vamos a quedar con esta, es tan hermosa que la transcribo tal cual, espero que os agrade:







Cuentan los nativos de la tribu amazónica Tupí-Guaraní que cuando la luna desaparece del cielo al nacer el día, y parece perderse entre los montes, va en realidad a descansar junto a las muchachas que ha elegido como amigas. Y que de tanto en tanto, transforma en estrellas a las que le son más queridas. Cuentan también que hace muchos, muchísimos años la princesa Naiá, la  bella hija del jefe de la tribu, conoció la historia e, impresionada, quiso convertirse ella también en estrella.

Por eso cada noche, cuando todos dormían, Naiá se levantaba sigilosa y salía a vagar por las colinas con la esperanza de que la luna la viese y la eligiese como amiga. Pero la luna nunca venía a buscarla, ni parecía conmoverse por el llanto de la muchacha, que cada mañana regresaba a su aldea sumida en una tristeza más y más profunda. Una noche, Naiá llegó a la orilla de un lago y descubrió a la luna brillando nítida y redonda sobre las aguas.

Llena de felicidad, creyendo que por fin había bajado a buscarla, la princesa se internó profundamente en las aguas del lago, donde murió ahogada. La luna, conmovida por la fuerza del sueño de la muchacha, quiso entonces cumplir su deseo y transformarla en una estrella. Pero en una estrella diferente y especial, más cercana que las distantes estrellas del cielo, para que todos recordasen a Naiá para siempre.

Y así fue como de las aguas del lago surgió la victoria regia, la estrella de las aguas, esa bellísima planta acuática que deslumbra a todo aquel que visite la selva amazónica. Una planta cuyas flores blancas y perfumadas se abren de noche, para saludar a la luna, y se vuelven rosadas con la salida del sol.








domingo, 7 de julio de 2013

Leyenda del Baobab







 Curioso árbol, ¿eh?, y magnífico, uno de los más espléndidos con que la Madre Naturaleza nos ha podido obsequiar. Hay muchas curiosidades y cosas interesantes para hablar sobre él, pero hoy me voy a centrar en las leyendas, que hay muchas, que se cuentan en África, todas hermosas. Y como tengo que decidirme por una de ellas pues elijo ésta, que trata del castigo que le dieron los dioses por su vanidad.

 





Se cuenta que hace muchos, muchos años, al principio de la vida, el baobab era el árbol más espectacular sobre la Tierra; de hermosas hojas verdes y brillantes, y unas flores de delicados colores y agradable perfume.

Los mismos dioses, maravillados de su hermosa creación le concedieron un don, el de la longevidad, para que así se perpetuara su gran obra. A partir de ahí creció sin parar, cada vez más alto, potente y fuerte; ésto hizo que fuese imposible que el calor del sol llegara a las demás plantas, impidiéndoles crecer y haciendo que el frío se adueñase de todo.

 


 


El baobab había adquirido tanta soberbia y vanidad que no le importó en absoluto los problemas que estaba causando, y además retó a los dioses diciéndoles que llegaría a alcanzarlos. Éstos, enfurecidos con el árbol lo castigaron plantándolo al revés, dejando sus preciosas hojas y flores bajo la tierra, y a esto se debe el curioso aspecto que tiene actualmente; parece que las raíces, mirando al cielo estén suplicando el perdón por su arrogancia.